Juego de niños

Y mientras las campanas sonaban, los niños jugaban a atrapar la luz. No cesaban. No se cansaban. La caduca inocencia infantil de ambos les impedía darse cuenta de la imposibilidad de su hazaña. Jugaban y jugaban, como lo llevaban haciendo toda la vida, negándose la realidad. Todo por culpa de un juego. O quizá gracias a un juego. Atrapar la luz sólo era una travesura de las muchas que los unía, pero siempre había algo que se encargaba de alejarlos. Ellos habían diseñado las reglas de su juego, pero serían, a menudo, sus propias víctimas. Todo empezó como un desafío inocente donde el corazón grita mientras la mente calla.

Ilusión

Con nerviosismo habla de ese día, cuando todos sus sueños se harán realidad. En su mente, todo toma forma y los nervios se palpan cuando habla del tema. Su sueño está en juego.

Gatos

Dicen que arañan... Sin embargo mi arañazo no es de un gato.

Madurez

Siempre escuchaba lo mismo "Cuando..." pero ese momento nunca llegaba.

Ahora, casi sin darse cuenta el momento había llegado, se había subido a una montaña rusa y no quería bajar, aunque algunos le avisaran del peligro.

El día señalado

Clásica pero diferente. No roja, sino blanca. No feliz. Lo siguiente.

Diario de una motocicleta

Sobre dos ruedas y sin parar giró la cabeza para mirar atrás y sólo alcanzó a ver a la nocturna ciudad pasando rápidamente por delante de sus ojos. No podía describir esa sensación. Apretó fuertemente las manos y continuó.

Montañas nevadas

Sus lágrimas se derramaron por sus mejillas, estaba intentando luchar contra ello durante hotas pero al final la fuerza de la gravedad las hizo deslizarse sobre su piel clara. Quiso taparse, avergonzada de ello. Él, al darse cuenta, posó con suavidad los dedos en su barbilla y volvió su cara hacia él.
Ante tal evidencia ella no pudo más que decir. 'Cuidado'. El destino respondería después.

Gasolinera

La lluvia azotaba los cristales con suavidad. Al pasar por su lado, su dedo índice quitó las gotas de la superficie para escribir dos letras que ella pudiera entender desde su posición.

Garajes

- Fue tu mirada la que me hizo ver que no me comportaba como debía, que algo estaba cambiando y que te perdía.

Noche traicionera

Si dijera todo lo bueno, se quedaría corta. Si comentara algo malo, mentiría.
A pesar de ello, a veces, dudaba

Observar desde la distancia

Todavía no estoy de servicio. De todas maneras, no puedo dejar de escuchar y de observar todo lo que me rodea. Me inquieta. Estoy en una situación peculiar.
Cada individuo de los que me rodea en estos momentos me resulta extraño. No recuerdo haberlos visto antes. Ni creo que los vuelva a ver. Simplemente el azar nos ha situado a todos aquí.
Reparo en ellos de forma discreta. En su cara, su forma de vestir, su mirada, su sonrisa nerviosa... Mil pensamientos estarán rodeandome en estos instantes ajenos al hecho de que pienso en ellos.
Cada una de las personas que me rodan tiene una historia que contar.
Detrás de mi tengo a unos profesionales que, como yo, están soportando los gajes que tiene este oficio, como es el nuestro. Los escucho y sí, recuerdo a la perfección la historia de la que hablan. A mi también me sobrecogió en su momento. Ahora, sería sencillamente algo más que contar mientras se espera.
Por otra parte, a mi derecha y muy pegados a mi, un matrimonio ya maduro. Él la acompaña. Ella es una de las elegidas por el destino que tiene que pasar la criba. O quizás no. Será entonces cuando sabrá si, junto a 12 personas más, deberá tomar una decisión que cambiará el rumbo de las vidas de otras personas. Como Jesucristo en la Última Cena.
A su lado, un cincuentón muy moderno. Canosa melena recogida en una fina y larga coleta. Su frente me genera curiosidad. Amplia, con arrugas de expresión. Al levantarse mi curiosidad sólo va en aumento. Pantalones morados y camiseta verde.
Vuelvo la vista a la pareja y lo miro de nuevo a él. Este señor está solo, pienso.

La pieza decorada

La vida da muchas vueltas, por eso me gusta observar lo que me rodea. En estos momentos, mientras escribo esta entrada a mi blog sobre papel, como antaño se hacía, estoy sentada con las piernas colgando, como cuando era niña y todos los asientos me quedaban altos. Era entonces cuando tenía que auparme y con dificultades llegaba a mi destino. A veces, la gran mayoría, lo cierto es que algún mayor me ahorraba la faena y me sentaba directamente. Así veía el mundo desde las alturas. Me creía mayor.
Ahora he crecido y las tornas han cambiado. Estoy como una niña en su pequeño trono que le hacía soñar con reinar algún día el mundo. Sin embargo, ya no miro la vida desde las alturas de una silla que ahora percibo de tamaño medio.
Siento que la superficie en la que estoy sentada está muy fría y es duro. Es de cristal blanco, de esos modernos que se llevan ahora. Es más, me atrevería a decir que, por no ser, no es ni un asiento. A un metro de mi, a ras de mi espontáneo y extraño sofá, una falsa decoración me hace compañía. Un cactus enano, de plástico, rodeado de piedras falsamente blanquecinas y un intento de algo que parece un naranjo, poco más grande que todo lo anterior, me acompañan.
Definitivamente parezco una pieza más de la decoración. Eso sí, soy real, como mis sueños de infancia. Escribo sobre una libreta en letra pequeña y casi ilegible a la espera de que me toque el turno de entrar.

Oscura madrugada

Sólo habían pasado unos meses, sin embargo recordaba muy poco de aquel día. Se obligaba a hacer memoria. Estaba cansada y los tacones hacían mella en ese cansancio que se acrecentaba por momentos, igual que las horas de trabajo que llevaba a las espaldas de aquella tarde.
La noche irrumpió en su vida mientras ella maldecía estar allí. De pie. En aquel lugar oscuro e inhóspito. Sólo tenía una única aliada a la que quería dar la espalda aquella noche. No sabía los motivos, pero algo le obligaba a quedarse allí a pesar de tener unas ganas atroces de salir corriendo. Se quedó quieta por miedo a tomar un rumbo desconocido. Y lo cierto es que su mundo comenzó a girar en aquella madrugada y todavía no ha parado.

Campanas

1am. Suenan las campanas marcando la hora en punto. Mientras, tú duermes y yo te recuerdo

Edificios con encanto

No es que se marchara a un mal lugar, sabía que no se dirigía a un matadero, pero cada vez se le hacía más complicado abandonar aquel vetusto edificio.

Caminos comunes

Ella había enterrado su pasado y el de él no existía. Al menos de eso intentaba convencerse cada vez que buscaba excusas para resquebrajar una solidez evidente.
'Es fuerte', se deía. Corto, pero firme y seguro.
- ¿Y si...? - se preguntaba más de una vez. Sin embargo, la respuesta llegaba en cuanto lo recordaba.

Sin palabras

No sabía qué decir ni tampoco cómo describirlo.
Por primera vez en toda su vida alguien le había dejado sin palabras.
Y eso le gustaba

El riesgo de las dudas

Primero le asaltaron las dudas.
Después los recuerdos de un tiempo pasado que quería olvidar.
Nada era igual.
De nada valían esas dudas.
Echó hacia delante.
Acertó.

Feliz cumpleaños

"Si tienes diez minutos, ponlo", rezaba un papel sobre un regalo impecablemente envuelto. Era muy cuadrado y fino. Y también era la última sorpresa que le esperaba. Ella, nerviosa. Él, expectante por lo que tenía entre las manos. Pasaba la una de la mañana, en realidad ya se había pasado el día de su cumpleaños pero ella todavía no había tenido opción a darle sus regalos.
Él, tras leer la nota, rompió el papel y vio la caja de un disco. Sin pensárselo, lo introdujo en el lector y sólo una exquisita música escogida para la ocasión se escuchaba. Al finalizar justo diez minutos después como decía el papel, él se giró y con voz entrecortada y mirada brillante le dijo 'para ti no tengo diez minutos, tengo toda la vida'.
Entonces ella miró al suelo.

Ansiada realidad

No quería ni oir hablar del tema. Ante ella tenía la libertad ansiada. Y de repente, llegó él y le enseñó la libertad que en realidad ansiaba.

Brindis

Brindaron. Por lo que pudo ser y fue.
Y era.
Y sería.

Interrogantes

No sabía si realmente le quería hacer alguna pregunta. Ya sabía la respuesta.

Puede que sea verdad

"Lo esencial es invisible a los ojos", dijo el sabio escritor Antoine Sant Exupery en su obra El Principito que pasará a los anales de la historia. Y sí, quizás tenga razón.

Momentos

Condujo su automóvil hasta aquella vetusta calle que cada vez le resultaba más conocida. No aparcó lejos de su destino,pero tardó en quitar la llave del contacto, la música sonaba a través de los altavoces. "Y con tanto y con tan poco se hizo grande la ilusión. Se acercaron las distancias, dejamos clara la intención de ser todo lo que somos, los dos en uno y uno en dos".

Subió pesadamente las escaleras, escalón tras escalón, con tranquilidad pero con nerviosismo de volver a verle. Hablaron después de días sin verse. No había olvidado aquel sonriente rostro en ninguno de los días que habían estado separados. Era imposible olvidarlo. Eran, como rezaba la canción, dos en uno y uno en dos. Y cuando llegó ese momento, un tierno abrazo dejó al descubierto aquello que los unía. No era necesario aquel gesto, sin embargo, no siempre las palabras salen por la boca.

Equívocas dudas

"Ragazza bella!", exclamó una alegre voz al otro lado. En aquel momento desaparecieron todas las dudas de aquel día.

Verde

Había cogido una silla de madera, algo incómoda para sus intenciones, pero igualmente se situó con los ojos cerrados bajo el sol, semitumbado. Ella apareció tras la puerta y lo observó, se había quitado la camiseta y también las zapatillas. En silenció se acercó para abrazarlo. Él, al sentirla abrió los ojos y ella sólo pudo mirarle fijamente. Su mirada era más verde que nunca.

Llamada

Sonó su teléfono pero no le hizo falta mirar quién era, su melodía lo decía todo. O eso creía. Cuando oyó aquellas palabras no pudo evitar sentir cosquilleo en el estómago. "Sólo te llamaba para darte un beso".

Tranquila realidad

Cuánta falta le hacía la tranquilidad. Casi no era consciente de ello cuando descubrió que en la soledad de la calle, sentado sobre un pollo de obra y mientra esperaba, tuvo apenas un minuto para pensar sobre sí mismo. Y sobre ella.
Había llegado a su vida cual tornado que arrasa las casas de los terrenos que asola, pero muy lejos de la destrucción que éstos generaban, en él había causado una reconstrucción de su vida cuando menos tranquilidad quería. Pero ya no tenía mucho que hacer, estaba preso de aquello y no le costaba reconocer que aquel torbellino de pelo moreno, de poca altura y de sonrisa permanente, había cambiado su concepción del mundo hasta el momento. Todo había cambiado. Hacía pocas horas su discurso era el contrario. Ahora, sentado mientras esperaba, se dio cuenta que era justo lo que necesitaba. Y pensando en lo orgulloso que estaba de aquella decisión, su tranquilidad se esfumó y volvió a la realidad.

Estilos

Nunca pensé que un estilo pudiera acelerarme el corazón como lo hace el tuyo.

Sonrisa con palabras

Si algo me gusta de ti es que siempre que hablas, sonries.

Miedo

Miedo. A darlo todo y no recibir nada. A recibirlo todo y no dar nada.

Nuevas oportunidades

Con un sonoro portazo, la puerta se cerró. A lo lejos vio como una ventana se abría. Poco a poco se fue acercando a ella, lentamente y con precaución. Sólo esperaba poder respirar.

Oportunidades sin resultados

Pasó el tiempo pero su rostro no lo reflejó. Quiso seguir adelante y se convenció de ello. Intentó poner en orden en su vida y creyó que lo había conseguido. Sin embargo, a la hora de la verdad, la encrucijada de las oportunidades había vuelto a jugarle una mala pasada.

Puzzle de fugaces pensamientos

Pocas veces me había parado a escribir ante la pantalla, generalmente lo llevo todo escrito en una libreta que guardo con recelo en la que apunto las ideas fugaces que flashean repentinamente mis pensamientos sin forma alguna. Algo parecido a un puzzle antes de sacar siquiera las piezas de la caja, desmontado, desordenado, sin sentido alguno si no te paras a pensar sobre ello.
Así son mis pensamientos. Variados unos, ingeniosos otros. Los hay también con un deje de maldad que me provocan medias sonrisas al recibirlos, mientras tanto otros parecen transparentes. Mis pensamientos son desordenados y destartalados, como yo, por eso son míos.
En ellos hay miles de rostros, de sueños, de deseos, de impresiones, de conocimientos, de experiencias vividas incapaces de olvidar, otras, sin embargo, desaparecerán en cuanto lleguen las nuevas. Pero sobre todo pienso en los múltiples sentimientos que una persona puede albergar en su ser. Algo raro en pleno siglo XXI porque parece más típico de la época por la que Troya ardió por amor o en la que Shakespeare se inspiraba para después poder plasmarlos en auténticas obras de arte de la literatura universal.
Yo no tengo ningún caballo ni una Helena (sí, con H, como Helena de Troya) con los que invadir los pensamientos del mundo entero y escribir un nuevo capítulo en la historia. Tampoco tengo la prodigiosa pluma de Shakespeare, ni una ínfima parte de su arte e ingenio a la hora de escribir. No lo tengo.
No obstante, lo que sí que tengo son esos fugaces pensamientos que conforman cada una de esas piezas de mi puzzle. Como Shakespeare tenía el suyo. Como cada cual tenemos el nuestro. Sólo es cuestión de ponerlas en su lugar.

Madurez

Cuando se dio cuenta tenía a sus espaldas un pasado de trayectoria considerable. Los días habían transcurrido con aparente normalidad sin preguntarle si quería que formaran meses, semanas, años... Así que estos habían sucedido sin inmutarse ante su presencia.
En aquellos momentos se dio cuenta de que ningún aspecto de su vida era como ella lo había pensado, planificado y proyectado años atrás cuando todavía el futuro se construía a base de sueños de infancia, cuando todo lo que quería estaba a su alcance porque tenía todo el tiempo del mundo por delante para lograrlo, cuando las historias nunca acababan porque siempre estaban construyéndose. Cuando la vida parecía tan perfecta que nunca fallaba nada.
Lo que nunca vio en aquellos sueños es que no todo, al fin y al cabo, es como una viva mirada infantil muestra en ese gran universo que es la infancia. Sin embargo, y a pesar de que nada era como tenía pensado, se resistió a darle la espalda a aquella inocencia infantil a la que acudiría para ser consciente de que la vida depende de los sueños que cada uno construye cuando está despierto.

Palabras del corazón

Se situó ante un folio, sin embargo su extrema blancura y la poca personalidad que le confería le impidieron estampar una sola letra en él. Y lo intentó varias veces sin lograr el resultado deseado. Después el problema llegó con la tinta. Ninguna le parecía lo suficientemente adecuada para quel momento. Al darse cuenta que seguía en el mismo punto en el que había comenzado, abandonó su idea.
El problema no era ni el soporte, ni el material. Sino, simplemente, que su siempre impetuosa inspiración se había tomado unas vacaciones. "Es lo que tiene escribir con el corazón y no con la cabeza", se dijo.

Vida nueva

Hay momentos en los que encuentras ante ti un nuevo horizonte deseoso de ser explorado. El único problema que yo encuentro, sentada desde mi sillón, es el miedo a encontrar algo desconcido y no saber cómo reaccionar ante ello. Dije miedo, quizás hubiese sido más adecuado sincerarme. Yo siento pánico. ¿Para qué ocultarlo?

Anoche mientras esperaba que el sueño me sorprendiera y me hiciera caer en sus brazos, esta mañana mientras me acicalaba antes de salir de casa y varias veces anteriores, no pocas, una pregunta ha irrumpido cualquier pensamiento que tuviera en el momento. Una cuestión que hasta el momento jamás me había planteado pero que, con el paso de los años (que ya empiezan a pesar) cobra una importancia que, en absoluto, pensé que tendría. Y me refiero a, ni más ni menos, a aquello que realmente necesito. Aquello que necesito a mi lado. Una necesidad no material sino intelectual.

Después de varios intentos con banales intelectos que no aportaban nada más que desesperación, hastío, desinterés y agotamiento, la conclusión a la que he llegado es que necesito quedar enterrada bajo inquietudes que me hagan inquietarme. Que un estilo particular me abra un universo desconocido y me lleve de la mano para afianzar el mio propio. Que una discreción externa me adentre en una misteriosa vida interna. Necesito que vuelvan cuando yo voy y me dejen perderme en mi camino para saber regresar, y me estén esperando. Equivocarme para sorprenderme. Quedarme perpleja ante ideas dispares pero posibles. Ser el centro de una vida que yo admire porque esa admiración sea mutua.
La cuestión es que necesito un espejo en el que mirarme cada mañana y luchar por esa imagen y que ella también luche por mi. Necesito aprender siempre a través de una fascinación recíproca que propicie que el corazón lata cada día sólo por lo que va a hacer que suceda. Necesito una vida que no esté vacía.

El final de la obra

Yo, como quien se encuentra sentada ante su gran obra maestra, la cual se puede decir que era mi ópera prima ya que el resto de escritos no eran más que borradores. Creía enloquecer para encontrarle un final a aquellas páginas que tantos quebraderos de cabeza habían supuesto para mi, cientos de noches de vigilia pensando cómo sacarlas adelante ideando la mejor manera de lograr un broche de oro digno para todo aquello.

Y cuando menos lo esperaba, cuando la ilusión sobre un nuevo capítulo rondaba por mi cabeza, en el momento en el que había decidido echarlo todo por la borda y reconocer que todavía no era momento para escribir las últimas palabras sobre aquella historia porque quería que siguiera, una imagen hizo aquel trabajo por mi. El final llegó como un huracán. Sin embargo, lo mejor de todo, es que asumí aquel torbellino de sensaciones que sentí en el estómago con una extraña serenidad.

Sólo había una conclusión posible. Un final posible. Y ya estaba firmado hacía tiempo, simplemente quedaba poner un simple punto y final. Tan sencillo era que no lo dudé. Fin.
Ahora he dejado de ser la escritora transmisora de emociones para ser una mera espectadora, sin lágrimas, emociones, recuerdos ni esperanzas puestas sobre algo que ya ha concluido. Mi ópera prima esperaba un final y ya lo tiene. Mientras tanto, la obra maestra aguarda su inicio.

Realidad escondida

Volvió. No supe evitar que clavara la estaca en mi corazón. Otra vez.

Locura del ser

Hay mucha literatura al respecto. Teorías y enunciados.
Dicen que los locos son aquellos que ven lo que el resto de personas no pueden ver. Yo debo estar loca porque veo cosas en mi en las que tú pareces no reparar. Si lo hicieras, no te habrías ido. Enloquece!

La mejor memoria es el olvido

Fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera... FUERA!!!!!!
Tantas veces lo pensó, tantas veces lo dijo para sí misma, tantas veces luchó por convencerse de ello que al final acabó por creérselo.
Empero, en su fuero interno sospechaba que en el momento que reapareciera toda esa confianza sobre su definitiva ausencia saltaría por los aires. algo le hacía pensar que nunca había aprendido a olvidarlo.

Surrealismo nocturno

Las manecillas del reloj avisaban que una nueva madrugada ya se había estrenado, pero el cansancio no hacía mella en sus jóvenes rostros que salieron al nocturno frío de aquellas callejuelas. Ante ellas, unos antiguos adoquines brillaban bajo la luz de las farolas de aquel conocido barrio. Se oían múltiples y diferentes voces, idiomas distintos y culturas singulares. Había mucho gentío.
Su aventura nocturna colgó el cartel de 'final' sobre aquel brillante empedrado artificial. Todo daba lo mismo. Con Italia en su mano comentaban lo surrealista de aquella noche.

Cifras y letras

Nunca quiso ser un número, ni entero ni decimal. Jugó para ser diferente y creyó lograrlo. Se equivocó. Al final no sera más que una cifra, alta, de eso estaba segura, pero una cifra al fin y al cabo.
Buscó y provocó seguir jugando. Ahora el número iba a ser él. Bajo, pero él.
Eso sí, un número con historia.

Felicidades

Feliz cumpleaños.

Aunque haga tiempo que no estás, que no nos ves, que no nos oyes. Tu día es tu día, pase lo que pase.

Furtivo

De nuevo con su libro entre las manos cogió el tren, intentando esta vez concentrarse en la lectura que aquella vez había dejado a medias. Sin embargo, tampoco lo consiguió.
La temática la resultaba especialmente interesante, por eso no había dudado en adquirir la obra en cuanto leyó el reverso. Algo especializada, pero apasionante cuanto menos.
Según sus ojos iban desplazándose sobre aquellas palabras le sorprendió el uso, y casi abuso, del término 'furtivo'. Prácticamente en cada una de las páginas que iba pasando entre el traquetreo del tren la encontraba. Y no pudo evitar relacionar aquel término con su propia vida, dejando al margen la terrible historia que tenía entre las manos.
Recordó aquel primer beso. Furtivo. Delante de demasiada gente conocida sin que estos se dieran cuenta del pequeño detalle que ante ellos se estaba produciendo.
Recordó aquel segundo beso. Furtivo también. En el mismo lugar, con escasos minutos de separación del primero. Más peligroso, si cabe. Desde luego más insinuante.
Y también recordó los encuentros que a raíz de aquello se habían producido. Furtivos. Todo furtivo.
Tras esto, volvió a cerrar el libro a la espera de que esta noche, cuando vuelva a cogerlo, se hayan disipado todos esos pensamientos y recuerdos.

Sin documentos

Nunca se había parado a pensar qué significaban las letras de aquellas canciones que cantaba sin cesar en la época en la que la infancia había llegado a su fin y la adolescencia se abría paso a zarpazos.
Muchos años después volvió a escucharlas, especialmente recordó una. Sin embargo, sólo fue capaz de entenderla cuando a su lado una enamorada pareja desconocida se la dedicaba a pleno pulmón bajo la ténue luz de un garito algo peculiar. Violenta ante la situación miró hacia le otro lado. Se encontró con la pared.

Cordura

Por más que buscara su cordura por todas partes, él se la había robado.

Etiquetas

Echó la vista atrás y cuatro mundos bien distintos y dispares aparecieron rápidamente en su memoria. Recordó y no dudó en etiquetarlos.
1. Un mundo que no debió visitar. Su error.
2. El mundo pasado que siempre rompía el presente. Otro error, pero con excusa.
3. El mundo que suponía una aventura. Posiblemente un error que había buscado.
4. Él.

Lecturas en un tren

Llegó un minuto antes de lo previsto y nada más subir buscó el hueco perfecto, tranquilo, ajeno a la muchedumbre. Algo complicado en pleno transporte público pero encontró un asiento que no le desagradó y se sentó tranquilamente dispuesta a empezar su recién adquirida nueva obra que sacó de la bolsa.
La abrió y mientras leía el prólogo una molesta pareja se sentó a su lado y no pudo nada más que alzar la vista y observar cómo él tenía sus reales aposentos sobre su propio abrigo. Fugaz adiós a la tranquilidad, se dijo a sí misma mientras intentaba liberar su abrigo.
Así que cerró el libro y su mirada curiosa comenzó a escudriñar a su alrededor. A su derecha se fijó que la mujer de la inoportuna pareja tenía entre manos un catálogo de anillos... ¿estarían buscando su alianza? Muy romántico, en pleno metro y en un inventario.
Después miró al pasajero que tenía enfrente. Como ella, tenía un libro, en este caso vetusto, con las hojas más marronáceas que amarillas y con unas duras tapas rojas del que ya llevaba recorrido más de la mitad. También divisó más allá a una elegante señora, ya entrada en años, que también gozaba de lo que relataba el volumen que tenía entre manos. Y como ella pudo ver algún que otro rostro y alguna nariz respingona perdida entre páginas de ejemplares de los que no pudo distinguir título.
Después, al hacer trasbordo para cambiar de tren y llegar en algún momento dado a su casa, se dio cuenta de que un señor vestido en chándal se sentaba delante de ella y observaba el libro que ella había vuelto a intentar leer mientras se hacía un tirabuzón en lo alto de su coleta procurando introducirse en aquella historia que se presumía apasionante. Al percatarse, levantó la vista discreta y vio que él también leía en este caso 'Un mundo sin fin', de Ken Follet. ¡Qué horror! pensó al verlo recordando lo poco que le había gustado la primera parte.
Después oyó una conversación telefónica y ya cerró su ejemplar. También trataba de literatura. En concreto, sobre novela negra. Escuchó. Y pensó, ¿quién dijo que no leíamos?

Adiós

Le invitó a desaparecer un ratito del mundo. Aceptó, pero desapareció de su vida.

Huracanes

Dicen que es como una ley. Hay que sufrir para comprender. Había escuchado esa idea de mil bocas diferentes y de múltiples maneras, sin embargo la esencia era la misma.
Sufrimiento para lograr una comprensión que, seguro, estaría basada en lágrimas. Luchó contra ello durante años. Comprendió sin sufrimiento los avatares de la vida hasta que un huracán apareció en la suya propia. Entoces fue cuando comprendió sufriendo.

Huellas

La huella de un sueño no es menos real que la de una pisada. Sólo hay que seguirla. ¿Se harán los sueños realidad?

¿Quién es?

"Lo mejor de acostarme hoy cuando ya ha amanecido es que lo último que he hecho ha sido leerte".
Pasó la vista casi un millón de veces por aquellas palabras que quedaron grabadas en su mente y cambiaron su parecer. Pero, ¿quién era?

Rozando el absurdo

Muchas veces pensamos que las heridas deben cicatrizar para curarse. Yo al menos lo pienso así. Es imposible que un arañazo, un rasguño, una llaga o una ofensa, aflicción o abatimiento sanen únicamente porque cerremos los ojos y miremos hacia otro lado pensando que nunca pasó. Roza el absurdo.
Determinada modulación ofrece matices que creíamos olvidados, cicatrizados, pero al oír una carcajada te das cuenta que nada de eso es cierto. Has rozado el absurdo entonces.
Y eso pasa con un sonido, un estilo o con, simplemente, la existencia.

No hay nada curado ni cicatrizado. Has rozado el absurdo.

El ritmo de la vida

Tarareaba alegremente, inconsciente de que estaba forjando su destino. El destino de sus sentimientos. Después todo cambió.
Lloró tarareando la misma melodía a solas en su casa.
También pensó con esa banda sonora de fondo cuando la soledad le abrumaba.
Varias risas también se le escaparon mientras escuchaba esas notas y al final siempre acababa pensando de nuevo, o llorando a ritmo de aquella canción.
Sólo le quedaba gritarlo. Iba a hacerlo. Como si de un concierto se tratase, en pocas horas podría hacer sentir al mundo todo lo que había llorado y volver a hacerlo. Volver a pensar y empezar a reír. A sentir. A vivir. A ritmo de la música.

Siempre siguiente

Siempre se convenció de que nunca sucedía. Sólo a veces, esas veces que hacía oídos sordos y negaba evidencias sin interés.
Sin embargo de un tiempo a esta parte inquietas miradas, vivas y nerviosas se posaban espectantes sobre su ser. Lo consiguió. Era el centro. O al menos ahora era consciente.
Con descaro devolvió la mirada. No, ésta no era la suya. Siguiente.

Ingenuidad

Pensaba que todo lo sabía, que hasta la propia existencia tendría a su alcance en el momento que se lo propusiera. No le hacían falta lecciones, ni libros, ni sabios consejos. Se bastaba.
Ya iban un par. Dos veces en las que sus propias ideas se tambalearon. Y fue cuando se dio cuenta de que realmente sólo había intuído la existencia de un lado oscuro que ahora empezaba a conocer. Pobre ingenuidad la suya.

41

Volvieron a su Kilómetro Cero particular. Al lugar que los vio nacer y que tantos recuerdos les traía. Ella le pidió que nunca dejara de sonreírle. Él juró que aquello nunca sucedería.
41 días después cambió de idea.

Sin relojes

Sus dedos se entrelazaron y quedó patente que el sol había hecho mella en uno de ellos, en el otro, en cambio, parecía que ni había reparado.
Notaron como el cielo se oscurecía y más tarde se iluminaba de nuevo con el paso de un tiempo que para ellos, en realidad, no existía.

Alguien

Alguien... Alguien tiene nombre, apellido. Vida.
Sencillamente no sé quién es alguien. Ahora no. Sólo sé que alguien no es cualquiera.

...

Estaba olvidado. Sin embargo, recordaba.

Espejo roto

Juntaron suavemente sus cabezas minutos antes de salir de casa mientras él la cogía de la cintura y miraban al frente. Vieron el reflejo del futuro, de un futuro, ahora, tan lejano como imposible.

Nadie

Llegó un momento que ya no sentía nada. Oía su nombre por todas partes, en el metro, en la televisión, en la radio. Lo leía en cada panel, en cada folio, que cada página de una revista...Estaba presente en todas partes.
Se giró. No había nadie.

Previsión rota

Lo habían hablado, sin embargo, para ese momento todavía quedaban meses en aquellos momentos. Ahora, en cambio, el tiempo había pasado y ya había llegado. Cada uno por su lado. Sabiendo que ambos lo estaban haciendo sin tener al otro delante. Nada resulta como estaba previsto.

Conmigo

¿Qué ha sido de todo aquello que me dijiste? Posiblemente volara acompañando al solitario viento que ha azotado nuestra vida en las últimas semanas. Pero yo lo mantengo conmigo, por si acaso tú también lo guardaste.

Regreso

Volví. Al mismo lugar. A la misma hora.
No estaba.

La noche

Miré sus ojos oscuros, casi como un profundo pozo, antes de cerrar los míos y darle un último beso décimas de segundo antes de dormirme en sus brazos. Pocas horas después, al despertar, me percaté de que sobre mi cadera seguía reposando su mano y que no nos habíamos movido ni un solo centímetro. Su boca continuaba pegada a la mía por el último beso del día anterior, que se convirtió en el primero de aquel día.

Viaje

- He pensado algo, quizás lo encuentres algo descabellado...
- Dime.
- Me gustaría que hiciéramos un viaje. Sí un viaje. Al fin del mundo, los dos solos. Sin maleta. Volando. En un submarino o en bicicleta. Pero los dos.
- ¿Y dónde ves el problema?

Futuro

Sintió una fuerte presión en el pecho y la respiración entrecortada. Hacía ya varios días que no se veían, sin embargo ella siempre pensaba en ellos en cualquier lugar, a pesar de que nada tenía ya sentido. Todo parecía haber tomado una envergadura radicalmente opuesta a la prevista. A pesar de ello, era consciente de lo que se le podía avecinar.
Cuando logró poner en orden sus ideas, no pudo más que sonreir. Decidió que todo valdría la pena. Al menos quiso convencerse de ello.
Lo tenía consigo de la manera más inesperada, como símbolo de algo que existió. Un vínculo que, por encima de cualquier cosa, les recordaría a ambos aquello que un día tuvieron.
Al fin y al cabo, volvería a mirarle, aunque fuera con otros ojos, posiblemente de su mismo color cacao. Podría ser que volviera a sonreírle de esa manera tan pícara y atractiva, aunque el marco fuera otra boca, incluso, volvería sentir sus brazos buscándola para estrecharla contra él, aunque tardarían en rodearla de la misma manera. Sin duda, todo valía la pena.

Vuelta atrás

Volvería a vivir aquel día continuamente, sin dudarlo ni un segundo, sólo si cuando el cielo ya no pudiera ser lo más parecido a la boca de un lobo y la luna se aliara con el destino, volviera a conocerlo.

Perdida

Deambulé por mi casa sin rumbo, con los pies en el suelo y la cabeza en las estrellas. Estaba como perdida en un sueño. Sin embargo, la realidad me zarandeba continuamente diciéndome que ya había despertado.

23

No nos importará ...
No lo hará ...
Levántate, ponte a andar,
no vuelvas a mirar atrás,
hazte escuchar, escúchame,
ya nadie nos podrá parar.

No lo hará nunca más,
lo que ellos digan dará igual,
tú y yo, sin temor,
tan diferentes, tan iguales,
tan inocentes y a la vez culpables.
El odio se aprende,
eso parece que nadie lo entiende.

Amargo

Notó un ligero sabor salado. Nadie le había dicho que el pasado no era dulce.

Evidencias

Nada es lo que parece hasta que se hace evidente.

El recuerdo

El recuerdo volvió a mostrarle su peor cara y le demostró que no era tan inmortal como pensaba.

Las llaves de un futuro inexistente

Observó cómo separaba las llaves del llavero y le tendía la mano que la sostenía.
- Espérame en casa. Cuando salga de trabajar iré.
Ellá las cogió y las observó sin dejar de pensar en sus palabras: 'en casa', la casa que ambos compartían de vez en cuando. Tenía la oportunidad de esperarlo ansiosa después de ver la tele y dormir varias horas, pues él llegaría de madrugada. Sin embargo él notó sus dudas y ella se arrepintió poco después, pero ya era tarde.
Ese momento nunca sucedió. Nunca volvió a repetirse. Y nunca volverá.

Una cruda realidad

- Y yo que creía que todo iba bien...
- ¿Bien de qué? No entiendo nada.
- La que no entiende nada soy yo. Qué pena que no pudieras venir anoche
- Lo sé, no me lo recuerdes porque me moría de ganas de ir. ¿Qué pasó?
- Que desapareció un buen rato
- Mujer, estaría hablando con alguien, tú ya sabes como es él... No creo que sea tan grave.
- No sé, ¿tú crees que será eso?
- Seguro, mujer seguro. Él te quiere.
- Ya, pero... Es que no dejo de darle vueltas
- ¿A qué?
- A que cuando volvió olía a perfume.
- ¿Pero qué dices? Saludaría a alguna chica o algo...
- Estuvo mucho rato fuera y llegó oliendo a perfume, su ropa y todo. ¿No te parece raro?
- No seas paranoica.
- No lo soy, de verdad. Te digo yo que olía a perfume y mucho, además. Te podría decir hasta cuál es.
- A ver, ¿cuál?
- El tuyo

Un juego ¿de niños?

Como en un inocente juego infantil donde los años pasan sin darse cuenta jugando a ser mayores, el tiempo se les echó encima y no se percataron.
Cierto es que ya no eran ningunos niños, esa tierna edad la habían dejado atrás hacía bastante ya. Habían crecido y lo habían hecho a base de hacerse daño. Todo por jugar. Un tentador juego que trataba de herirse para no reconocer que su corazón latía porque el otro estaba enfrente.
Todo aquel juego tuvo tanto poder en ellos que ahora gobierna sus vidas. Sin embargo, no de la manera deseada. Unas vidas serias, independientes y elegidas libremente que se esfuerzan en modelar día a día. Pero, en cambio, unas vidas que se vuelven del revés en cuanto el otro aparece.
Y es que siempre serán como Peter Pan en el País de Nunca Jamás. Volarán cuando sus miradas se crucen y hablen por sí mismas, sin hacer falta palabras. Y vivirán cuando sus sonrisas hagan latir de nuevo un corazón parado por una vida que no quieren.
Ellos siempre serán aquellos dos niños cuando se junten porque hay algo que los une y jamás podrá separarlos. Porque siempre se tendrán. Aunque no lo sepan.

El orgullo del caos

El caos parecía haberse apoderado casi totalmente de su vida. Es más, así se sentía.
Un suave sonido captó su atención y de inmediato se fijó en la pantalla del ordenador que estaba sobre el desordenado escritorio. Había un mensaje instantáneo. 'Hola', decía. Y detrás una cara sonriente.
Ella en cambio no sonrió. Se quedó mirando la pantalla pensativa. Segundos después, con aire decidido, cerró el mensaje y se marchó.
Así le dijo adiós, cuando realmente quería decir 'lo siento' o, posiblemente, 'te quiero'.
Maldito orgullo, que hace perder oportunidades.

Charlas, charlas y más charlas

Las manecillas del reloj seguían girando sin que ellas pudieran hacer nada más que mirarlas y poner los ojos en blanco. El tiempo pasaba y nada podían hacer. Sólo esperar. Y charlar. Tras casi dos horas, les tocó el turno.
Se sentaron alrededor de una pequeña mesa, algo apretadas, pero nada importaba. Siguieron charlando. Y riendo. Cuando salieron pasearon por las oscuras calles peatonales de la zona. Charlaron. Y rieron. Y vivieron.
Al final encontraron 'su' lugar. El lugar que disfrutaría de ellas aquella noche. También charlaron.
Y es que, por más años que hace que se conozcan y todos los que quedan por pasar, siempre tienen algo que contarse. Y siempre lo tendrán.

Caminos

Ella pensó que aquello era una bendición. Él, que esta vez todo sería diferente. Fue como una bocanada de aire fresco para dos vidas ahogadas en una callejón sin salida.
Juntos anduvieron un trecho de su camino. Separados volvieron a ser los que eran antes, los dueños y señores de un sendero desconocido.
Ahora siguen andando con una remota esperanza de que algún día sus caminos vuelvan a cruzarse.

Un sueño de verano

- ¿Recuerdas cómo empezó todo?
- Con una imagen.
- ¿Y cómo siguió?
- Con muchas palabras
- ¿Y qué más?
- Ilusión
- ¿Y después?
- Con un sueño
- ¿Con un sueño?
- Sí, con su sueño.
- ¿De qué iba, te lo contó?
- Yo iba vestida de blanco y estaba en una especie de laboratorio. Él entró y me trajo la comida. Se sentó en uno de los bancos y me miraba trabajar mientras yo me sonrojaba y sentía un cosquilleo por la espina dorsal. Entonces fijé la mirada en él y él me miró a los ojos. Mientras me lo contaba yo le pregunté si tenía los ojos claros. Él no supo responderme.
- ¿Y después?
- Nos vimos de verdad, lejos del más allá que proporcionan los sueños. Con el tranquilo sonido de las olas del mar de fondo. Era casi de madrugada. Estábamos algo nerviosos. Y me respondió sobre mis ojos claros.
- ¿Nada más?
- Mucho más. El sueño parecía que se hacía realidad.
- ¿Y después?
- Otro sueño de verano.

Bipolaridades

Ella lo miró de soslayo en la cocina. Él seguía hablando mientras le preparaba la cena en el pequeño apartamento. Apenas se conocían, así rezaba una postal que la chica por sorpresa había recibido. Esa noche, juntos en la cama, se rieron de lo que llamaron su "bipolaridad". Rieron ésa y muchas otras más. Hasta que la bipolaridad se hartó de tanta risa y desató la tormenta.

Una costumbre heredada

La cogió de su pequeña mano y caminó lentamente a su lado siguiendo el ritmo de su caminar. Avanzaron poco a poco. Era la primera vez que compartían ese momento juntos con ella de su mano. Bajó la vista y la miró orgulloso. No pudo evitar ver algo suyo en aquella pequeña niña rubia ataviada con su camiseta rayada. Ella le devolvió la mirada desde abajo con aquellos ojos verdes e inocentes que estaban expectantes por saber qué iba a pasar después. Nerviosos por ver aquel mundo desde abajo.
Lo que ella no sabía es que ésa era la primera de las muchas veces que repetiría aquel recorrido. No sabía que por sus venas corría una sangre que la llevaría contínuamente a aquel lugar, aunque él ya no estuviera. Los dos estaban grabando con fuego su destino.
Han pasado décadas. Y hoy, ambos, continúan con ese ritual. Se parecen más de lo que piensan.

Definitivamente, quizás.

Encendió un cigarro con aire pensativo. No fumaba, pero en esos momentos lo necesitaba. Al menos creía que lo necesitaba. No sabía por qué, quizás quería sentir el sabor de la nicotina en su boca. O quizás no. Quizás porque había vuelto. Quizás. Siempre quizás.
Los cigarrillos le traían recuerdos de meses pasados, de algo que sólo ella sabía porque todo comenzó unido.
Sin embargo ese día, observó en silencio cómo se consumía el cigarro sin haberle dado apenas una calada. Pronto la ceniza fue lo único que quedó de lo que había sido.
Con los restos de su cigarro entre los dedos constató cómo todo se había convertido en cenizas, como el cigarro.
Quizás la vida fuera como un cigarro. Se consume igual, simplemente tienes que darle caladas para disfrutarlo.
Definitivamente, quizás.

Las cosas cambian

Contó lentamente, de nuevo. Y ya iban varias. Quería comprobar que no se había equivocado. Pero no. Todo parecía claro. Miró a su alrededor. No había nadie. Pero algo había cambiado en ella, en su interior. No estaba sola y pronto el mundo lo sabría.

Un plan

Con la incertidumbre y la inseguridad que genera lo desconocido llegaron a un acuerdo: se calzarían sus tacones e intentarían descubrir la otra cara de una vida que se les antojaba incompleta, al menos hasta el momento.
Eso sí, iban a hacerlo a su manera.

El presente del pasado

Sin esperárselo, mientras sorbía alegremente un mojito a través de una pajita sentada en un taburete digno de película, de la forma más inesperada, la esperanza más tierna de su adolescencia reapareció en su vida de la forma más adulta posible. Pensó. Meditó. Sin embargo, cuando lo tuvo frente a frente prefirió dejar esa mirada en su pasado. Le cerró la puerta. Todo tenía su momento y el suyo, posiblemente, ya habia pasado sin que ninguno de los dos hubiese sabido cogerlo a tiempo.

El tiempo no pasa

Parecía que no había pasado el tiempo. Las calles que las habían visto crecer volvió a verlas pasar. Sonrientes, confidentes. Cómplices. Aquel día una irremediable risa infantil rompió el silencio que las rodeaba y viajaron de nuevo a la niñez. Como aquel día que se vieron por primera vez. Como cuando las unía un uniforme. Como cuando las separaban dos pupitres. Como cuando se forjó una amistad sin que su inocencia infantil se diera apenas cuenta.

El espejo

Observa su reflejo. La mirada, el gesto y los hoyuelos de las mejillas. La forma de ser que se presume a través de su inocente sonrisa. La pequeña siente admiración por el rubio rizo que cae sobre sus hombros y lo estira con gracia. Mientras tanto, a su madre no le hace falta mirarse en ningún espejo, tiene ante ella su vivo reflejo.

Equivocaciones

Pasada la medianoche, cobijada bajo sus sábanas escuchó a través de las ondas que la mitad de las equivocaciones en la vida nacen porque cuando tenemos que pensar, sentimos y cuando tenemos que sentir, pensamos.

Era muy tarde, ya de madrugada, y desde la cama esas palabras se introdujeron lentamente en su cabeza y entrecerró los ojos para pensarlas. Lo peor es que eso ya lo sabía, pero resultaba duro escucharlo en boca de otros.
En sus propias carnes había vivido el error de pensar cuando había que sentir y todo se había esfumado sin darse cuenta dejándola vacía. En aquel mismo instante para ella la noche se rompió y, de nuevo, aquella particular voz resonó en su cabeza.

El altillo

Cuando le preguntó, sólo pidió una cosa: un altillo. Un altillo para contemplar desde las alturas su sueño hecho realidad. El sueño de él.
Ahora, con los suyos propios hechos trizas, llora en silencio por aquel lugar de negro cristal que sólo podrá observar desde abajo y recordar que un día, aunque sólo fuera sobre un papel, aquel adorable rincón le perteneció.

Triste desilusión

Le dijo adiós. Su corazón había dejado de latir por él una década después. Sólo una sonrisa le recordaba su triste desilusión.

Poco a poco

Primero un pie al frente para después depositar todo su peso sobre él. Después, el otro, y vuelta a empezar. De nuevo. Sin olvidarse de sus manos aferradas a cualquier clavo cercano, aunque arda, para así no caer otra vez.
No era nada fácil, pero al menos lo intentaba.

El olvido

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para empezar a olvidar?

Incertidumbre

A nueve números de separación y la duda azota mi mente.

Un pasado real

Casi sin darse cuenta echó la vista atrás y volvió a revivir sus momentos de sonrisas en un sueño. No lo pudo evitar. Un casi olvidado cosquilleo al lado del corazón le recordó que todo estaba aún vivo. Todo pudo ser mejor. Pudimos ser, sencillamente, tú y yo.

La vida

Duele tanto no entender... como entenderlo todo

Tentación

Siempre se ha dicho que la mejor manera de librarse de una tentación es cayendo en ella.
Sabias palabras que esconden tras de si algo más que simples conjuntos de letras con un significado que invita a pensar. Y es que él siempre fue una tentación, una particular tentación personal. Quise caer en ella y no lo hice. Ahora puedo hacerlo. ¿Hasta qué punto soy su manzana?